2015/04/23

MIRAR A TRAVÉS DE UN CRISTAL Y VER EL FUTURO QUE SE APROXIMA


ª           “La gran mayoría de los empleados proliferan en fábricas de China, Camboya, India, Marruecos, Turquía, Bangladesh, Filipinas, Egipto, Sri Lanka y como bien se sabe ahora también en Latino América”.

ª           “La colocación de rejas en las propias ventanas para evitar los suicidios, o la obligación a utilizar pañales para que hagan sus necesidades sin tener que levantarse de sus puestos de trabajo”.

ª           “Inditex ganó en el ejercicio anterior (2014) 2.377 millones de euros, con una facturación de 16.724 millones (el 4,9% más que el año anterior)”.

 
  
La industria textil que emplea a más de 60 millones de personas en el mundo, tiene ante sí el gran reto de mejorar las condiciones laborales. Por un lado genera mucha ocupación, aunque esta sea de baja cualificación, migrante y suele ser motor de algunas economías, pero por el otro lucha por la competitividad mediante condiciones de trabajo que rozan la esclavitud.

La gran mayoría de los empleados proliferan en fábricas de China, Camboya, India, Marruecos, Turquía, Bangladesh, Filipinas, Egipto, Sri Lanka y como bien se sabe ahora también en Latino América. No trabajan directamente para ellas sino para empresas subcontratadas. La transparencia de las mismas es escasa por lo que muchas compañías se desentienden por completo de las condiciones de vida se los trabajadores.

Las propias empresas textiles aseguran que sus subcontratas pagan al menos el salario mínimo de cada país donde operan, pero tal y como aseguran varias ONG, estos ingresos no aseguran para nada una vida digna. No asegura el pago de una vivienda, ni la sanidad, el mantenimiento de una familia, tan siquiera pueden comer. Camboya (con 100 dólares) y Bangladesh (con 72 dólares al mes) son dos de los lugares donde estas empresas trasladan la mayoría de su producción.

En 2013 tuvo lugar un accidente, el derrumbe del edificio Rana Plaza en Bangladesh, país muy atractivo por los bajos salarios (30€ hasta 2013 y 50€ desde entonces) donde murieron 1.127 personas y dejó 2.500 heridos. El edificio, utilizado para empaquetar ropa de firmas como Primark, Corte Inglés, Benetton, Zara, etc. Presentaba defectos en las estructuras, esto unido al sobrepasado peso de los generadores de electricidad (que funcionaban durante los frecuentes apagones) hicieron que el edificio se viniera abajo.

Pero este incidente no es el único, se han producido más durante los últimos 10 años en diversos incendios y hundimientos en diferentes países contabilizando más de 700 muertes.

Hablemos de las horas de trabajo. La mayoría de países “respetan” las 48 horas semanales, añadiendo otras 12 horas en concepto de horas extraordinarias (incluidas en el código de conducta de empresas como Inditex y H&M). Pero es frecuente el incumplimiento de las mismas y al final suelen computar como horas ordinarias dentro de sus contratos.

A todo esto debemos añadir medidas como una única parada para descansar y poder comer algo (no superior a 15 minutos) en su jornada habitual de 12 horas que incluso llega a ser de 16 en algunas situaciones. La colocación de rejas en las propias ventanas para evitar los suicidios, o la obligación a utilizar pañales para que hagan sus necesidades sin tener que levantarse de sus puestos de trabajo.

Las grandes empresas explican que a su fin de ser rentables, suman el propósito de mejorar las condiciones de vida en los países productores, presionando a gobiernos y empresas locales. Pero realmente ¿hacen lo suficiente?, recordemos (según el sindicato IndustriAll que representa a 50 millones de trabajadores en el mundo) que los costes de una camiseta fabricada en Bangladesh y vendida en España por 20€ tiene un coste final de fabricación de 1,5 céntimos de euro.


         Y… ¿cuál es la reacción de algunos Gobiernos ante la movilización de empleados/as por la lucha de sus derechos? En Camboya, mientras Inditex anunciaba beneficios de 928 millones en 2013, cuatro trabajadores morían en las calles y otras cuarenta resultaron heridas, debido a la fuerte represión que se llevó a cabo por las fuerzas de seguridad comandadas por su Gobierno, ante la petición por parte de aquellos de una subida salarial hasta los 140€ mensuales.

         Son los propios activistas Camboyanos los que solicitan a los diferentes Gobiernos de los países productores que los sueldos mínimos sean dignos. Pero aún van más allá, quieren que los países Europeos donde se ubican las grandes empresas, controlen a las mismas para que asuman sus responsabilidades por el impacto que tienen sobre la vida de sus trabajadoras.

         Es en este país, Camboya, donde la fuerza laboral o mano de obra está compuesta en un 80% por mujeres que oscilan entre los 18 y 35 años con niños y familias a su cargo. Su salario es sencillamente insuficiente para vivir incluso sumando esas horas “extraordinarias”.

         Si viajamos hasta nuestro país podremos ver en titulares: “La fortuna de Amancio Ortega (creador de Inditex y máximo accionista con algo más del 59% de los títulos de la compañía) supera por primera vez los 60.000 millones de Euros”. Pero sigamos sumando. Posee su propia firma inmobiliaria (Pontegadea) que con más de 4.700 millones en activos le convierten también en el rey del ladrillo.

         Algunas cifras… Inditex ganó en el ejercicio anterior (2014) 2.377 millones de euros, con una facturación de 16.724 millones (el 4,9% más que el año anterior). Por todo ello don Amancio ingresará este año la suculenta cantidad de 961 millones en sus arcas personales gracias a los dividendos generados por Inditex.

         Recordemos a esta multinacional pertenecen las marcas Zara, Massimo Dutti, Pull and Bear, Bershka, Stradivarius, Oysho, Zara Home y Uterqüe. Y que ya cuenta con más de 6.000 comercios abiertos en 78 países del mundo.


         Cada vez que una multinacional salta a la palestra y a los titulares de prensa por explotar a sus trabajadores/as en alguna parte del mundo, las consecuencias y castigos solo vienen en forma de sanciones y multas económicas que en el mejor de los casos pueden causar risa debido a las irrisorias cuantías a desembolsar por estas en relación con los multimillonarios márgenes de beneficios que producen. Pero no hay denuncia social, tan siquiera la imagen de la marca queda desprestigiada. Y es ahí donde la ciudadanía debe actuar y castigarlas.

         Por poner un ejemplo, en verano de 2013 la firma fue denunciada en Brasil por destapar el caso de 33 talleres clandestinos (tras los dos desmantelados en 2011 en Sao Paulo) donde los trabajadores, en condiciones de franca esclavitud, confeccionaban prendas de ropa para Zara. La firma alegó que se trataba de una situación “excepcional”, sin embargo se sabe que existen múltiples denuncias a la misma marca debidas a las condiciones de trabajo en otros países de la geografía mundial. Por todo esto, Inditex está obligada a invertir 1,4 millones de euros en acciones sociales en Brasil. ¿Recordamos los beneficios obtenidos en 2014?, 2.377 millones de euros, con una facturación de 16.724 millones (el 4,9% más que el año anterior), hagan sus cuentas de lo que suponen 1,4 millones a esta gente.

         ¿Cómo empieza todo? Ya en los años 90, Inditex producía sus prendas en talleres semi-clandestinos (subcontratados) distribuidos a lo largo de la costa gallega. El sistema de producción se denominaba “just in time” basado en la fabricación de prendas a demanda, sin producir stock, recayendo sobre el pequeño taller (cooperativa de trabajadores) la exigencia de irse adaptando sobre la marcha de los pedidos. Sumamos a esto las jornadas laborales de más de 12 horas diarias y los costes de máquinas y talleres que tenían que asumir las propias cooperativas.

         Un segundo momento clave se produce justo antes de la crisis (año 2010), en tiempos de bonanza, con las cifras de paro más bajas de la historia de nuestra democracia. Gracias a la legislación internacional a medida (lo que se denomina Políticas de Libre Mercado), Inditex deslocalizó la producción para poder explotar más. Sus talleres se trasladaron de España a países ya nombrados como India, Bangladesh, China Camboya, etc. Dejando aquí miles de trabajadores sin empleo.

         El imperio de Zara es el paradigma de nueva empresa al servicio del Capitalismo sin controles que opera por todo el mundo, dejando tras de sí miles de personas esclavizadas y sin trabajo. Miles de esclavos que son los verdaderos responsables y dueños de la riqueza de Amancio Ortega e Inditex.

         Vuelvo a insistir en que esta empresa no está sola. Tan solo se une a una larga lista de enormes compañías que defienden valores éticos y morales que no cumplen ni han cumplido jamás. Es el caso de Coca-Cola, Adidas, Nike, H&M, Levi´s, Zara y un largo etcétera, teniendo en cuenta que ingresan elevadas cantidades de dinero cada año.

 
         Pero repito, es la ciudadanía la que tiene el poder de acabar con todo esto. ¿Cómo hacer que estas empresas tratantes y esclavistas de personas respeten los derechos humanos y la dignidad de las personas? Debemos mandarlos a la bancarrota. Hagamos que respeten, modifiquen y amplíen la legislación para garantizar el bienestar de los trabajadores. Dejemos de apoyar con nuestro consumo que se siga explotando, humillando y matando a cientos de miles e incluso millones de personas en el mundo. Dejemos de mirar a otro lado cada vez que compramos un par de zapatillas, unos vaqueros nuevos o simplemente una camiseta en rebajas.

         Presionemos a estas empresas a cambiar su mentalidad de trabajo. Hoy día países como Camboya y Bangladesh sufren las consecuencias de políticas capitalistas. Pero miremos con lupa lo que ocurre en nuestro país: aumento del paro, aumento de la pobreza y el hambre, bajada de los salarios, eliminación de ayudas y pensiones, modificación de leyes laborales que favorecen a las empresas, políticas de recorte y austeridad para los que menos tienen…

         Quizás estemos contemplando nuestro futuro no muy lejano reflejado en Asia, quizás sea demasiado tarde cuando queramos reaccionar y cambiar las cosas. Sigamos con nuestras vidas un día más, pero cada vez que salgamos a comprar algo, por favor, paremos un segundo, ojead la etiqueta y comprobar con que manos está fabricada. Luego mirar las vuestras al pagar en caja y contemplad la mancha roja de sangre y lágrimas que ha dejado en ellas.
 
 

2015/04/22

LA NUEVA POLÍTICA CIUDADANA


ª        “Un nuevo modelo de participación ciudadana social amenaza el inmovilismo y los modelos fetiches de partidos, sindicatos y movimientos tradicionales”.

ª         “Hay quienes prefieren ver la historia pasar, y otros que decidimos vivir y participar de esta historia que nos ha tocado vivir.”.
 
 
Días de portadas digitales, trending topics, cientos de miles de “me gusta” en redes sociales y en las diferentes manifestaciones no más de unos cientos de personas. Pocos miles si sumamos las diferentes convocatorias a lo largo de territorio de esta España malherida y maldita.

El mundo virtual es una cosa, ¡Ay amigos! Pero el mundo real y verdadero del día a día es otra muy diferente. Clickear con nuestro ratón es bien sencillo, pero salir a la calle se complica, más aún los días de lluvia y vientos sin cambio. ¡Hay que estar en las calles para cambiar las cosas!

La “RED” comienza a postularse como músculo político, la calle tan solo como un ideal mediático. Con otras palabras, fracaso tras fracaso en la calle, éxito rotundo de las redes sociales. Personas que al final, huyendo de la política acaba reencontrándose con ella de golpe y porrazo sin quererlo. Finalmente esta marea por los derechos digitales se convierta en una marea por los derechos sociales.

La política tradicional no ha sabido prever nada, ni lo ha visto venir ni lo entiende, sigue mirando hacia otro lado. Vivimos en un País donde creemos y pensamos que la calle es el único espacio donde se puede ejercer presión Social. Como podemos ver, no es del todo cierto, pero es importante declarar y dejar claro que la revolución no está en la Web ni en las redes aunque la apoye, está y seguirá estando en la calle, si la lucha no se lleva a cabo en este espacio no es real.
 
                  
 
Las manifestaciones tienen un gran poder simbólico y este se conserva excepcionalmente. Hemos salido a la calle en contra de Guerras irracionales, en contra del terrorismo atroz en sus diferentes vertientes, a favor de nuestros derechos sociales como la sanidad, la educación. En contra de la corrupción, de tratados Internacionales sin lógica, a favor del respeto de los derechos humanos en el mundo… cualquiera de nosotros podrá decir que ha participado activamente en más de una. De no ser así deberíamos plantearnos interiormente si estamos de acuerdo con el mundo que nos rodea, si es perfecto o si merece convertirse en un escenario más justo y mejor.

La mayoría de las ocasiones estas manifestaciones tan solo buscan satisfacer una necesidad mediática. Los periódicos solo quieren una foto de cabezas anónimas juntas que le dan valor a una acción social, sin más. Pero no somos bultos señorías, para nada. Somos personas, y deberíamos empatizar más y pensar que aquellos que salen a la calle no solo los días de “Vino y Rosas” lo hacen para el bien común de todos y de todas, independientemente de quienes seamos. Es hora de dejar nuestra cómoda butaca de casa, el “Pan y Circo” con el que nos pagan a diario y partirnos la cara con todos los demás.

Ahora la ciudadanía puede participar activamente de la política, no cada cuatro años, si no día a día. Puede hacerlo en público, ante cientos de personas en sus cuentas de Facebook y twitter, sobre temas sociales, laborales, económicos y culturales.

La clave de este cambio tiene que ver con la pérdida de las “intermediaciones”. Podemos hacer muchas cosas sin la dependencia de pertenencia a partidos políticos o asociaciones de carácter político. Antes eran imprescindibles para articular los mecanismos de acción colectiva, pero ya no lo son, ya solo dependemos de nosotros mismos.

Ya no tenemos que defender nada porque lo haga el partido al que decidimos votar. Ahora, tras nuestra participación ciudadana durante cuatro años, toca reflexionar y buscar la opción más coherente a mis pensamientos, sentimientos e ideario. El voto comienza a ser una consecuencia y no la causa de identidad ideológica de cada cual.

Se acabó la lealtad y militancia a una organización que no defiende mi persona, mis derechos ni mi forma de pensar. Este ya no es un valor supremo en política sino la capacidad de aportar que tengo a diferentes espacios comunitarios.
 
                                  

¿Cuál es el mensaje para los partidos políticos tradicionales? Que ya no pueden atarnos y engañarnos con falsas promesas, quedan relevados a otro papel, a partir de ahora tendrán mucho menos poder. Pero… ¿estarán preparados para este cambio? Nuestros partidos no han avanzado un ápice en todos estos años, siguen organizados de la misma manera desde hace treinta años. Hablan de “regeneración política” pero seguimos viendo las mismas caras y la misma forma de trabajar. Es necesaria un cambio radical de estas instituciones. Otro sistema es posible, podéis creerlo.

Ahora que políticos, periodistas y otras personalidades no tienen la última palabra, tiene mucho más valor el poder de la información. Pero esta debe de ser de calidad y es difícil lograrla si nuestros medios no disponen de libertad para maniobrar y se deben a empresas y partidos. Es la era de la digitalización y con ella llega un periodismo más digno, más real, más cercano a la ciudadanía que busca la verdad.

Los ciudadanos ya no somos entes pasivos de nuestra sociedad. Somos fuente productora también de soluciones a problemas. Es hora de participar. Dejemos de imaginar y soñar con un mundo nuevo y formemos parte del cambio.

Hay quienes prefieren ver la historia pasar, y otros que decidimos vivir y participar de esta historia que nos ha tocado vivir. Esto, créanme, acaba de empezar.